Hace un año y medio en la revista Outside Chile publicaron un artículo sobre por qué me gusta correr y cómo comenzó esta etapa de mi vida que hizo todo cambiara y que muchos de mis viajes ahora tuvieran un matiz corredor. Pero me di cuenta que aquí, donde a veces traspaso mis pensamientos y experiencias mas profundas y marcadoras, no lo había hecho. Por lo que decidí tomarme de ese artículo para contarles el por qué, a pesar de que a veces dejo de hacerlo, corro. Y viajo para correr.
Todo aquél que me conoce, sabe que me fascina viajar. Ya sea escaparse por un fin de semana fuera de Santiago, a un largo viaje de meses. Y es que me encanta conocer lugares nuevos y vivir experiencias distintas, porque la idea de que somos muchos y tan diferentes simplemente me alucina.
Toda mi vida he sido inquieta. Apenas pude empecé a recorrer Chile y el mundo viajando con amigas. Estuve en clases de distintos tipos de baile y la torre de libros en mi velador nunca baja; pero fue a los veinticinco años que empezó este gustito por viajar de manera más outdoor, haciendo caminatas, camping y cuanta actividad se cruzará en el camino.
Empecé a trotar en calle para bajar de peso. Con unas amigas salíamos dos o tres veces por semana y considerábamos que 10k ya eran casi una maratón. Pero fue viviendo en Patagonia cuando el gustito por correr en el cerro empezó a desarrollarse, sobre todo cuando al correr sentía ese aire frío y me topaba con recientes pisadas de puma. Imposible olvidar cuando en medio de un trote paraba y me daba unos segundos para mirar lo que tenía en frente. ¡No podía creer que existiera tanta belleza junta!. Y el tema es que de a poco esa sensación comenzó a hacerse necesaria siempre.
Ya viviendo en Santiago no podía dejar de requerir, anímica y biológicamente, esas sensaciones, por lo que decidí meterme a un grupo de trail running y ponerme a entrenar.

Obviamente no fue fácil, me lo quise tomar en serio, por lo que partí con varios entrenamientos semanales, y control nutricional una vez cada dos meses. Luego, olvídate de un viernes salir por la noche, el sábado te toca un largo de por lo menos 3 horas. ¿Y en la semana? Tampoco mucho, se entrena AM algunos días, por lo que uno debe acostarse temprano el día antes, y los días que se corre en las tardes cualquier comida pasa a ser muy tarde (igual a veces uno se salta entrenos si la cita lo amerita). Es un cambio de vida y un switch que, a pesar de que uno diga es un pasatiempo, la verdad es que es más un estilo de vida que debo reconocer me costó, ¡pero me fascina!
A veces, cuando voy en un sendero cansada y calculando cuán atrás voy del que me sigue adelante (porque soy lenta y esta escena es muy común en mis entrenamientos y carreras), me cuestiono entera de por qué hago esto. ¿Quién me manda a levantarme a las 07:00am un sábado para ir a correr al cerro? Pero es increíble como en menos de 2 segundos, me auto respondo sola, ya que basta con levantar los ojos y mirar a mi alrededor. Por eso elegí el trail running por sobre el montañismo y la escalada, porque me pongo mis zapatillas y normalmente en pocos minutos estoy corriendo por senderos preciosos, viendo paisajes únicos que llenan el alma.
Me gusta correr porque a diferencia de muchos, yo no me desconecto, me conecto. Es corriendo cuando se me ocurren ideas, cuando siento que armo y desarmo mi vida. Cuando el desafío de probar que puedo me llena el alma. Como cuando llego al punto final o cruzo una meta. ¡Oh! Que sensación más satisfactoria y de felicidad que se siente. Placer culpable 100%. Dan ganas de llorar y reírse a la vez.
Corro (o mejor dicho, intento correr) por que me hace huir de la rutina. Me hace desafiarme y arriesgarme. Me conecto con mi niña interna y sueño a jugar todo de nuevo. Es corriendo cuando me vinculo con la naturaleza y me siento viva.
Corro porque correr es una enseñanza diaria de logros y fracasos. Corriendo se gana mucho, pero también se pierde.
Hoy en día, después de un par de meses sin entrenar y corriendo muy poco últimamente, mi cuerpo empezó a revelarse. Yo no entendía bien qué le estaba pasando, pero de a poco empecé a sentir tenía una guerra interna, y cuando me di cuenta me estaba auto boicoteando, decidí recomenzar. Imposible explicar lo que se siente. ¡Felicidad plena! Y es que mi cuerpo simplemente se acostumbró y ahora siempre lo necesita (con hernias y discopatía lo agradece) porque cuando no lo hago me lo hace saber y todo me duele.
A veces cuesta un mundo salir, pero una vez en el sendero vuelvo a sentir esa libertad, esa energía y me alegro de haberme puesto las zapatillas.
En los viajes que hago, siempre intento correr aunque sea un ratito. Se conoce muy distinto desde el punto de vista del corredor. Y es que el trail running (y seguramente también el correr en calle) es un estilo de vida, es una forma y un modo, es un disfrute del deporte con paisajes increíbles. Y es que correr en cerro para mi es una aventura en sí, es conocer, es olvidarse y reconocer. Es una forma de estar siempre en forma y en contacto con la naturaleza, ¡qué mejor!
Y como leí por ahí una vez: «Corro porque es una herramienta que me permite conocer lugares que no hubiera imaginado, lugares que a la distancia son inalcanzables pero con el tiempo y la práctica se vuelven tu patio de juegos» Matías Bull.


Fotografias escogidas para este blog, pero el artículo fue originalmente posteado en belostandfound.com
Por Carolina Fresno